Los recién casados viajaban a Iguazú cuando
murieron en el incendio. La casa, especialmente construida para ellos,
por calle 25 de Mayo, entre La Rioja y San Juan, nunca se llegó a
utilizar como residencia familiar. En el edificio se deja ver, de vez en
cuando, la figura fantasmal de una mujer.
Por Francisco Villagrán
Especial para El Litoral
Una verdadera tragedia náutica ocurrió el 4 de junio de 1922, cuando
conocidas y destacadas personas de la sociedad correntina de la época,
Fernando Pampín y las hermanas Ana María Y María Celestina Meabe,
murieron en un tremendo incendio ocurrido abordo del vapor “Villa
Franca”, en el río Paraná, cuando se dirigía a las Cataratas del Iguazú.
Allí viajaban los recién casados Ana María Reguera y Fernando Pampín,
la hermana de Ana María, Celestina, ambas hijas del conocido estanciero
Ernesto Meabe y su señora Ana Reguera, que hicieron construir una casa,
una residencia suntuosa y enorme, especialmente para los novios, que
nunca llegaron a habitar porque la tragedia truncó los sueños de la
pareja. La casa estaba ubicada en lo que era últimamente el Sanatorio
del Litoral, en la calle 25 de Mayo, entre La Rioja y San Juan, y nunca
se llegó a utilizar como residencia familiar. Cuentan que en el edificio
se deja ver, de vez en cuando, la figura fantasmal de la mujer recién
casada, por lo que algunos la denominan “la novia eterna”.
El infortunio que sacudió a la sociedad correntina y especialmente al
matrimonio Pampín-Meabe, fue una de las grandes tragedias que enlutó a
la historia de Corrientes, juntamente con la epidemia de fiebre
amarilla. El enlace de la pareja se llevó a cabo en la iglesia de La
Merced y los padres ofrecieron luego una pomposa fiesta. Los novios
durmieron esa noche en la quinta Pampín, ubicada en las afueras de la
ciudad de Corrientes, sobre la calle que va al ex hipódromo.
La superstición popular dice que los casamientos llevados a cabo en días
de lluvia traen desgracias a los contrayentes, y justamente el
matrimonio Pampín-Meabe se llevó a cabo en una jornada de intensas
precipitaciones. Pero, además de esto, hubo otro hecho premonitorio: los
recién casados descubrieron con sorpresa, al llegar a la quinta Pampín,
que por error habían llevado otras llaves, que eran del panteón
familiar, por lo que hubo que forzar la puerta para poder entrar. Un
trágico augurio que habría de cumplirse al pie de la letra.
Después de la fiesta y luego de pasar la noche en su quinta, Fernando
Pampín y su flamante esposa viajaron hacia Posadas en el vapor de la
carrera, que resultó ser el “Villa Franca”. Los acompañaron las niñas
María Celestina Meabe Reguera y María Lucía Meabe de Madariaga, hermana y
prima, respectivamente, de la recién casada. Desde Posadas, el “Villa
Franca” debía proseguir hasta el Hotel Cataratas. El barco zarpó de
Posadas el día sábado 3 de junio a las 13, llevando 120 pasajeros,
muchos niños, en primera y segunda clase, 30 tripulantes y un importante
cargamento de nafta para el mencionado hotel. Así navegó tranquilamente
todo el 3 de junio, sin problemas, mientras los pasajeros se divertían
observando el paisaje.
Ya cerca de la medianoche, la mayoría de los pasajeros se había retirado
a sus camarotes y alrededor de la una de la madrugada de ese infausto
domingo 4 de junio de 1922, se desató la tragedia. Parece que un
marinero había visto que de la bodega salía humo, por lo que decidió ir a
ver qué era eso; tomó un farol y entró a la bodega, y así se inició el
fatal incendio. El terror desatado abordo fue tremendo, algunas madres
con sus hijos en brazos se arrojaban al agua buscando una salvación.
Pero no solamente se quemaba el barco, sino que también ardía el agua
alrededor por la nafta derramada en la superficie, por lo que se formó
un verdadero cerco de llamas; resultaba imposible salvarse, aun para los
que podían nadar. El barco se hundía y sólo pudieron sobrevivir
quienes, con mucha suerte y nadando debajo de la superficie, pudieron
alejarse del dantesco espectáculo. Fernando Pampín, que era un excelente
nadador, pudo haberse salvado, pero en su afán de salvar a su familia,
pereció en la tragedia, además de su esposa y parientes.
La noticia del terrible y trágico suceso llegó a Corrientes, informando
que había 70 víctimas fatales del incendio, entre las cuales se
encontraban los esposos Pampín-Meabe. En toda la región la noticia
cundió rápidamente, produciendo congoja y consternación por el luctuoso
suceso. Desde Posadas partieron en una lancha de la Gobernación los
restos de los esposos y a la altura de Paso de la Patria se le reunieron
otros barcos en los cuales iban familiares de las víctimas.
El diario El Liberal invitaba al pueblo, en sus páginas, a concurrir al
puerto para recibir los restos de las víctimas. Prácticamente toda la
ciudad estaba sumada al duelo: instituciones, clubes, comercios y
escuelas, y alrededor de cinco mil personas estuvieron en el puerto
esperando los restos, para después acompañarlos hasta la iglesia de La
Merced y luego al cementerio, donde fueron inhumados ante el pesar
general.
Señalan las crónicas de la época que “no hubo en Corrientes una
demostración mayor de pesar colectivo que la de la tragedia del ‘Villa
Franca’”. Hubo una mujer que llevó la mayor cuota de amargura y dolor,
doña Ana Reguera de Meabe, ya que no sólo perdió a su hija recién casada
y a su yerno, sino también a su otra hija soltera, pero supo llevar con
cristiana resignación esta tremenda desgracia.
Desde entonces la casa que fue construida para la pareja, no se usó para
vivienda familiar y fue alquilada para otros fines, entre ellos para el
ex Sanatorio del Litoral.
Aseguran vecinos y circunstanciales testigos
que más de una vez fue vista la figura de la novia doliente transitando
los pasillos y la parte alta del actual edificio, incluso atravesando
las paredes y saliendo por la actual calle La Rioja. De esta manera se
originó la historia de la “novia eterna” que aún hoy persiste en nuestra
ciudad. Otro de los tantos casos de fantasmas en nuestro medio que da
que hablar y pensar…
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