Ovnis durante la guerra de Malvinas

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En la mayoría de los conflictos bélicos mundiales, han sido vistos extraños objetos luminosos no identificados, en los cielos de los lugares de batalla. Así ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, en Irak, en Vietnam, la guerra del Golfo y también durante la guerra de Malvinas. Muy cerca de allí, Río Gallegos fue escenario de extraños sucesos muy poco conocidos, pero que ocurrieron realmente. Por Francisco Villagrán Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron observados extraños objetos luminosos siguiendo a los aviones en combate, especialmente en la batalla de Inglaterra, acercándose por momentos, como queriendo ver de cerca lo que ocurría, eran unas esferas no muy grandes que, en ocasiones, atravesaban las carlingas de los aviones. Los denominaron foo-fighters (combatientes fantasmas) y los aliados pensaban que eran armas secretas de los alemanes, y estos a su vez, creían lo mismo, que eran del enemigo. Pero no eran de ningún bando, esto se comprobó cuando final

El incendio del vapor y la novia eterna


Los recién casados viajaban a Iguazú cuando murieron en el incendio. La casa, especialmente construida para ellos, por calle 25 de Mayo, entre La Rioja y San Juan, nunca se llegó a utilizar como residencia familiar. En el edificio se deja ver, de vez en cuando, la figura fantasmal de una mujer.

Por Francisco Villagrán
Especial para El Litoral





Una verdadera tragedia náutica ocurrió el 4 de junio de 1922, cuando conocidas y destacadas personas de la sociedad correntina de la época, Fernando Pampín y las hermanas Ana María Y María Celestina Meabe, murieron en un tremendo incendio ocurrido abordo del vapor “Villa Franca”, en el río Paraná, cuando se dirigía a las Cataratas del Iguazú. Allí viajaban los recién casados Ana María Reguera y Fernando Pampín, la hermana de Ana María, Celestina, ambas hijas del conocido estanciero Ernesto Meabe y su señora Ana Reguera, que hicieron construir una casa, una residencia suntuosa y enorme, especialmente para los novios, que nunca llegaron a habitar porque la tragedia truncó los sueños de la pareja. La casa estaba ubicada en lo que era últimamente el Sanatorio del Litoral, en la calle 25 de Mayo, entre La Rioja y San Juan, y nunca se llegó a utilizar como residencia familiar. Cuentan que en el edificio se deja ver, de vez en cuando, la figura fantasmal de la mujer recién casada, por lo que algunos la denominan “la novia eterna”.

El infortunio que sacudió a la sociedad correntina y especialmente al matrimonio Pampín-Meabe, fue una de las grandes tragedias que enlutó a la historia de Corrientes, juntamente con la epidemia de fiebre amarilla. El enlace de la pareja se llevó a cabo en la iglesia de La Merced y los padres ofrecieron luego una pomposa fiesta. Los novios durmieron esa noche en la quinta Pampín, ubicada en las afueras de la ciudad de Corrientes, sobre la calle que va al ex hipódromo.
La superstición popular dice que los casamientos llevados a cabo en días de lluvia traen desgracias a los contrayentes, y justamente el matrimonio Pampín-Meabe se llevó a cabo en una jornada de intensas precipitaciones. Pero, además de esto, hubo otro hecho premonitorio: los recién casados descubrieron con sorpresa, al llegar a la quinta Pampín, que por error habían llevado otras llaves, que eran del panteón familiar, por lo que hubo que forzar la puerta para poder entrar. Un trágico augurio que habría de cumplirse al pie de la letra.
 
Después de la fiesta y luego de pasar la noche en su quinta, Fernando Pampín y su flamante esposa viajaron hacia Posadas en el vapor de la carrera, que resultó ser el “Villa Franca”. Los acompañaron las niñas María Celestina Meabe Reguera y María Lucía Meabe de Madariaga, hermana y prima, respectivamente, de la recién casada. Desde Posadas, el “Villa Franca” debía proseguir hasta el Hotel Cataratas. El barco zarpó de Posadas el día sábado 3 de junio a las 13, llevando 120 pasajeros, muchos niños, en primera y segunda clase, 30 tripulantes y un importante cargamento de nafta para el mencionado hotel. Así navegó tranquilamente todo el 3 de junio, sin problemas, mientras los pasajeros se divertían observando el paisaje.
Ya cerca de la medianoche, la mayoría de los pasajeros se había retirado a sus camarotes y alrededor de la una de la madrugada de ese infausto domingo 4 de junio de 1922, se desató la tragedia. Parece que un marinero había visto que de la bodega salía humo, por lo que decidió ir a ver qué era eso; tomó un farol y entró a la bodega, y así se inició el fatal incendio. El terror desatado abordo fue tremendo, algunas madres con sus hijos en brazos se arrojaban al agua buscando una salvación.
 
Pero no solamente se quemaba el barco, sino que también ardía el agua alrededor por la nafta derramada en la superficie, por lo que se formó un verdadero cerco de llamas; resultaba imposible salvarse, aun para los que podían nadar. El barco se hundía y sólo pudieron sobrevivir quienes, con mucha suerte y nadando debajo de la superficie, pudieron alejarse del dantesco espectáculo. Fernando Pampín, que era un excelente nadador, pudo haberse salvado, pero en su afán de salvar a su familia, pereció en la tragedia, además de su esposa y parientes.
La noticia del terrible y trágico suceso llegó a Corrientes, informando que había 70 víctimas fatales del incendio, entre las cuales se encontraban los esposos Pampín-Meabe. En toda la región la noticia cundió rápidamente, produciendo congoja y consternación por el luctuoso suceso. Desde Posadas partieron en una lancha de la Gobernación los restos de los esposos y a la altura de Paso de la Patria se le reunieron otros barcos en los cuales iban familiares de las víctimas.
 
El diario El Liberal invitaba al pueblo, en sus páginas, a concurrir al puerto para recibir los restos de las víctimas. Prácticamente toda la ciudad estaba sumada al duelo: instituciones, clubes, comercios y escuelas, y alrededor de cinco mil personas estuvieron en el puerto esperando los restos, para después acompañarlos hasta la iglesia de La Merced y luego al cementerio, donde fueron inhumados ante el pesar general.
Señalan las crónicas de la época que “no hubo en Corrientes una demostración mayor de pesar colectivo que la de la tragedia del ‘Villa Franca’”. Hubo una mujer que llevó la mayor cuota de amargura y dolor, doña Ana Reguera de Meabe, ya que no sólo perdió a su hija recién casada y a su yerno, sino también a su otra hija soltera, pero supo llevar con cristiana resignación esta tremenda desgracia.

Desde entonces la casa que fue construida para la pareja, no se usó para vivienda familiar y fue alquilada para otros fines, entre ellos para el ex Sanatorio del Litoral. 
Aseguran vecinos y circunstanciales testigos que más de una vez fue vista la figura de la novia doliente transitando los pasillos y la parte alta del actual edificio, incluso atravesando las paredes y saliendo por la actual calle La Rioja. De esta manera se originó la historia de la “novia eterna” que aún hoy persiste en nuestra ciudad. Otro de los tantos casos de fantasmas en nuestro medio que da que hablar y pensar…

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